domingo, 11 de marzo de 2012

La luz de Sarela

Hay partituras que ayudan a comulgar con tu alma http://www.youtube.com/watch?v=9gXk8va-STo

Hay momentos en la vida en los que uno se siente perdido. Camina, y no sabe hacia dónde. Se despierta y no sabe por qué. En lugar de dedicarse a vivir, se centra única y exclusivamente en sobrevivir. Largos ratos muertos frente a la nada, con el único objetivo de seguir siendo nadie. Uno llega a esa encrucijada, a ese desierto del alma sin saber cómo. Ningún muro bloquea tu camino, sin embargo acabas estancado en un estúpido bucle del que, por alguna extraña razón, no se es capaz de salir. Al menos no conscientemente. Y del mismo modo que las piernas se habían detenido, que la mente había muerto, de ese misma manera incomprensible y totalmente irracional, el corazón vuelve a latir. Y la luz que creías apagada, o quizás abierta en algún lejano punto de la nada, se enciende delante de tus propios ojos. Basta tan solo un momento, un momento que para muchos puede parecer insignificante (puede que incluso lo sea) pero que es tuyo, íntimo y de nadie más, un momento que se escapa al razonamiento de la lógica humana, para que la realidad vuelva a cobrar forma y la brújula regrese a tu pertenencia. La atmósfera muta repentinamente. Todo a tu alrededor se vuelve completamente distinto, y te fundes con la naturaleza. Sientes que eres las roca sobre la que estás sentado, sientes la unión del árbol con la tierra, fluyes como el agua de un río hacia un destino infinito. Un instante mágico, una sensación única, un compás atemporal que se detiene ante ti, que parece sacado de una situación azarosa. Pero que sabes que no es fruto del azar. Porque en ese momento, en ese preciso momento y no en otro, el alma volvió a respirar. Y eso, desde luego, no es casualidad...

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