miércoles, 5 de enero de 2011

Campus Stellae

Los torpes pasos del recientemente herido quebraron el silencio de la compostelana plaza de la Quintana. Ignacio Criado jamás hubiese imaginado, veinticuatro horas antes, que se encontraría en esa situación. Nachete, como era conocido por sus más allegados, siempre se había mantenido apartado de los asuntos de su familia. Poseía un gran respeto hacia su padre, Ernesto Criado, y sobre todo hacia su hermano mayor, Manuel; estaba en contacto permanente con ellos y disfrutaba de cada encuentro familiar. Sin embargo en los negocios, él se mantenía aparte. Y no es que formaran una especie de "mafia siciliana", eso lo sabía bien.
Como también sabía que no se trataba de un simple almacén de frutas y verduras.

Continuó con su irregular camino hasta desembocar en la majestuosa Plaza del Obradoiro. De frente se encontró con el Pazo de Raxoi, sede del ayuntamiento de Santiago de Compostela. Este pazo, claro ejemplo del neoclasicismo francés, había sido utilizado en sus comienzos como cárcel y como hospicio para los niños del coro de la catedral, situada justo enfrente. Ignacio giró la vista para contemplar, una vez más, las torres de la inmensa catedral, destino último de los miles de peregrinos que cada año caminaban cientos de quilómetros para arrivar a la capital gallega. La lluvia empapaba los bloques graníticos que forman los muros del edificio religioso, sensación que siempre había adorado Criado desde aquel día cuando, con siete años recien cumplidos, su padre lo había llevado por primera vez a la milenaria ciudad de Galicia.

Ernesto Criado irrumpió en la habitación del pequeño Nachete, el menor de sus dos hijos, esbozando una gigantesca sonrisa:

-¡Arriba campeón! ¡Que siete años no se cumplen todos los días! -el señor Criado balanceó suavemente a su hijo pequeño- ¡Venga chavalote! Que tu madre ha hecho esas tostadas que tanto te gustan para desayunar...

Las palabras de su padre volvieron otra vez más a la mente de Ignacio.

-Hoy vas a conocer la ciudad donde nacieron tu padre y tu madre. Seguro que te va a encantar Galicia, está llena de árboles y bosques como los que dibujas en tus láminas.

Nachete tenía grabado a fuego cada detalle, cada palabra y cada sensación percibida aquel 26 de septiembre de hacía 21 años. Cuando vió por primera vez la catedral de Santiago de Compostela, no sabía que aquel día su madre iba a fallecer. De la misma manera, en ese momento desconocía completamente que estaba apurando sus últimas horas de vida

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